viernes, 20 de junio de 2014

LA PERSPECTIVA DE LA NOCHE



A través de la ventana
las hojas cálidas de un árbol,
recorridas por un suave toque de luz halógena,
como un mediodía en El Cairo,
tal vez como la luna en medio del desierto del Sahara.
Un alma en pena, sólo, taciturno, lúgubre, al borde de la muerte,
ese abismo de gloria que posee el tiempo y la suerte,
a través de la ventana, divisé una vida, llena de más vida,
sería un árbol de magnánima forma.
No serían más de las 8 de la noche
el cansado paseo de mis ojos por el umbral del ensueño
verían el toque insípido de una estrella revoloteando libremente,
posándose aleatoriamente en un tumulto de hojas
sostenidas plácidamente por un ramaje de madera,
los nidos espantosos ocultos tras sus hojas,
no eran más que la muestra de la vejez de tan sublime espectro.
No era la noche, no era la luz halógena, tampoco la luna
ni siquiera una estrella que pasaba por allí,
un fantasma rechinante, un delirio que naufraga
una sombra que vaga por caminos enramados,
no era vida, tampoco muerte, no era susurro, tampoco grito
el tiempo desfila tenuemente, las mareas mueren a sus pies,
un árbol, un árbol recorrido por miles de aves,
en el día, en la noche, ensuciado con las vilezas de los plumíferos,
ese mismos roedores con alas que se esconden en sus copas.

No sé como concluir, quise escribir algo de un árbol que tal vez "se posó en mi ventana y me sonrió".

Juan Ruiz

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